Laura y Alan.

Él se vuelve a mirarla. Ella se mantiene de espaldas mirando a través de la ventana. Afuera llueve. El humo de un cigarrillo que se consume en el cenicero se interpone entre los dos, parece una muralla insalvable.

Protegido por esa barrera él sigue observándola. Ella viste de negro, como siempre, pantalón y chaqueta de lana larga. El pelo también negro. La piel, ahora oculta, blanquecina como la nieve, casi pura.

Entonces él recuerda cuando se conocieron, fue en la capital. Él vino de otra del otro lado del charco. Un viaje valiente hacia lo desconocido. Él, siempre tímido, se había embarcado lleno de dudas pero ahora estaba tranquilo, respiraba tranquilo.

De pronto el cigarrillo exhuma su último aliento derribando la empalizada. Él ve como se difumina en el aire y siente un impulso irrefrenable. Acorta las distancias entre los dos y permanece un instante tras ella que aún de espaldas permanece inalterada.

La abraza apoyando su barbilla en su hombro y rodeándola entre sus brazos. Él no lo ve pero ella ahora sonríe. “Te quiero” le dice él con un susurro en el oído. Ella se toma un momento, un escalofrío nace de los dedos de sus pies y cuando llega a su estómago se difumina por todo su cuerpo.

Ella se vuelve muy lentamente, sin zafarse del abrazo. Ahora cruzan sus miradas, ahora no hay espacio entre ellos, son uno, sólo uno.

“Te quiero” le responde ella, “te quiero” le repite.

“Te quiero”

(Escrito para la ceremonia de Laura y Alan // 25-oct-2008)

Por Ormuz.

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