La desgracia del fotógrafo (II/V)

- No lo acabo de ver Pau

- Y no tienes porqué, la decisión está tomada. Sólo necesito que busques las modelos adecuadas, o las que estén dispuestas… no lo sé Manu, ese es tu trabajo...

Manu volteó su mirada hacia la calle mientras removía el café insistentemente. No entendía como se había enzarzado en esa absurda conversación: "Las once de la mañana y ya me están dando por culo, con lo bien que iba el día".

De hecho éste, había empezado mejor que bien: Nada más levantarse, su chica tenía preparado un suculento desayuno de café, zumo y tostadas con mantequilla. En el último bocado le sobrevino la idea de que tanta amabilidad tendría algún cargo pero en ese instante, y con una sonrisa henchida de orgullo, ella disipó las dudas con dos palabras: "Estoy embarazada". Tal fue el asombro que de no ser por Heimlich y los conocimientos de la futura madre en primeros auxilios, el crío habría nacido huérfano de padre.

Y no era para menos: Más de un año de intentos frustrados terminaron por convertir la paternidad en una utopía y el sexo en una tarea no más satisfactoria que planchar la ropa o dar de comer a los peces que ella le había regalado por su último cumpleaños.

Aquello le parecía lejano ya, en ese momento le tocaba soportar a un fotógrafo que creía haber encontrado la piedra filosofal, la panacea de la creación. "Vaya una sandez".

- A ver si te he entendido bien. Quieres fotografiar a mujeres teniendo un orgasmo…

- Eso es.

- Pero real…

- Exacto.

- Si no lleváramos hablando de esto durante más de una hora me lo tomaría a broma.

- Es lo que has hecho al principio.

- ¡Y es lo que debería seguir haciendo Pau, no me jodas!… Somo una agencia con cierto nombre y no puedo ir por ahí diciéndole a las modelos que se acuesten contigo para que les saques una sesión de fotos porno…

- Creo que sigues sin entenderme - le interrumpió el fotógrafo-  No es eso, no quiero acostarme con nadie y tampoco me interesa fotografiar su cuerpo. Es la expresión de sus caras lo que quiero captar.

- ¿Y Jess que opina de esto?

- No se lo he contado aún...

- Se acabó, no puedes criticarme por tener una doble moral cuando eres tú el que…

El representante no terminó la frase, agarró la chaqueta que tenía colgada en el asiento dispuesto a huir de allí tan rápido como sus piernas dieran de sí. Había encontrado una grieta en la armadura del fotógrafo, en su aura de superioridad. Pau, aún sentado, estiró su brazo asiéndole por la muñeca con firmezal:

- Me lo debes. Nunca te pedí nada, pero de no ser por mí aún andarías encaballado por las calles. No estarías aquí, tomando ese café irlandés que tanto te gusta o follando con esa novia tan guapa que yo te presenté…

"Mi último cartucho". En su aliento final, Pau había disparado directo al corazón y por la espalda. Manu era uno de sus mejores amigos y, en realidad, siempre admiró su capacidad de salir del pozo en que la vida le retuvo una vez.

Manu entendió que le habían ganado la partida, de una manera sucia y tramposa, pero después de ese comentario no encontró las fuerzas para seguir discutiendo.

- Esta bien Pau, haré lo que pueda, pero no puedo prometerte nada.

- Gracias Manu, es lo único que te pido.

Finalizado el combate, el representante se dirigió al exterior con la cabeza gacha mientras el otro le observaba arrepentido y avergonzado.

- Disculpe, camarera – solicitó Pau con el dedo índice en alto

- ¿Otro café, señor?

- No gracias, mejor un anís, a ver si consigo quitarme este mal sabor de boca.

(Continuará...)

Por Ormuz

Comentarios