Todavía (o el cuento de Silvia y Dioni)

Miel sobre hojuelas en el balcón.

Silvia apoya las palmas de sus manos sobre la fría barandilla mientras el resto de su piel se recrea en una repentina brisa que le roza la cara y acalla el calor. Complacida, se regocija con los ojos cerrados meciéndose sobre sus pies sin pensar en nada: todo encaja.

De repente la corriente se detiene y recupera la vista para fundirse con el verde de la jungla inexpugnable que se presenta bajo ella. En su base la vida se delata por el ruido. "Soy feliz" piensa.

Luego le observa aún de espaldas a él. No lo necesita, hace tiempo que le ve sin verle.

Él, sentado en su sillón, paladea absorto la obra de su admirado Mario. Reconstruye la cara del maestro en cada verso y se aisla del exterior en cada pausa. "No puede haber nada mejor", se confirma a sí mismo.

Dioni respira hondo, con satisfacción, y coloca el libro abierto sobre su pecho. Entonces se fija en ella dibujando una sonrisa espontánea, como aquellas de antes, como esas que solo ella sabe arrancarle.

Silvia gira sobre sí y esboza otra igual aunque algo más tímida, como aquellas de antes. Dioni las recuerda bien, se enamoró en una de esas.

Lentamente, ella se aproxima con paso firme y los pies descalzos. Con cuidado se sienta en su regazo y le mesa el pelo mientras reconoce cada cana por su nombre.

- Mañana es 25 - le suelta sin mirarle.

- Lo sé - responde Dioni - ¿Acaso crees que lo olvidé?

- No, no es eso... - Silvia duda por un instante - ¿Todavía me quieres?

- Todavía viejita.

Por Ormuz

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