La desgracia del fotógrafo (V y final; Segunda parte)

- ¿Jess?- todavía la sujetaba por los hombros, pero de forma distinta que al principio, rozando el límite agresivo. El desconcierto era casi insoportable. Había calcado la facha de Maca hasta el más mínimo detalle.

- Estoy impresionada. Nunca me habías besado así.

- ¡Maldita sea! Te has vuelto completamente loca, ¿Qué coño estás haciendo?

Ella no contestó, se limitó a buscar la salida del local. Los asistentes formaban un pasillo hacia la puerta para cederle el paso, curioseándola, escrutándola en todo su esplendor, porque en verdad algo refulgía en ella. La impostora miraba al frente, con paso recio, acentuando su orgullo a golpe de tacón.

- ¡Jess! ¿Dónde vas? ¡No creas que hemos terminado, me debes una explicación! – Pau acortó la distancia, estiró el brazo para cazar el suyo pero ella se adelantó rotando sobre sí misma para mirarle de frente y expresar con voz serena:

- Cariño, claro que hemos terminado, ahora sí. Si no te importa voy un momento fuera, he quedado con unos amigos.

La situación tornaba de tensa a burlesca. Pau no daba crédito a lo que estaba pasando. Tanto menos cuando empezaron a advertirse los primeros ecos de sirenas de emergencia que, primero lejanos y luego adyacentes, abrumaron el mutismo de la escena.

En el exterior aparcaban tres coches de policía, uno tras otro, en batería. Un cuarto surgió tras ellos sin más distintivo que la luz rotativa imantada en el techo. Ella salió al encuentro, quieta y templada, como si ya lo esperara, como si ya estuviera medido. Del interior del coche y de paisano se apeó un hombre joven, de unos treinta y tantos. Pelo corto y castaño claro, metro setenta, piel blanquecina y ropa de calle informal.

- ¿Es usted… - el policía sacó una pequeña libreta forrada de cuero negro-… veamos… ¿Jéssica Alcoy?

- La misma agente.

- Señorita Alcoy, queda usted detenida por el asesinato de Macarena Álvarez, de espaldas a mí por favor.

De espaldas a él y frente a Pau, Jess esbozó sin reparos una ligera sonrisa de satisfacción mientras le ajustaban las esposa. De esta guisa se dirigió al estupefacto fotógrafo diciéndole con voz profunda y macabra:

- Nada.

Los uniformados ubicaron a Jess en el asiento de atrás de uno de los coches mientras el joven policía se acercaba a Pau con el semblante serio:

- Usted debe ser Pau Rivas. – aseguró sin libreta.

- Así es.

- Tendrá que acompañarme a comisaría para declarar.

- Agente yo voy donde usted me diga, pero antes explíqueme que está ocurriendo aquí. - la desesperación en el rostro del fotógrafo era, más que patente, lastimosa.

- Hace poco más de media hora recibimos una llamada anónima alertándonos de un incendio, en la calle Serradilla…

- ¡Mi estudio!

- Exacto. Los bomberos consiguieron sacar un cuerpo del interior aunque ya sin vida. Todavía no lo hemos identificado pero…

- Pero qué…

- Poco después recibimos otra llamada. Se identificó como Jéssica Alcoy y se atribuyó la responsabilidad del incendio y la muerte de la señorita Álvarez.

Pau sintió entonces la mano de su representante sobre el hombro, era incapaz de mover un solo músculo. Su mirada se clavaba fija en la figura de Jess esposada en el interior del coche de la policía mientras recordaba su última manifestación: "Nada". La parálisis desapareció de pronto cuando se volvió hacia quien se apoyaba en él:

- Manu…

- Dime Pau

- La foto...

- ¿Qué foto?

Manu perdió a su interlocutor. El fotógrafo ya corría enloquecido hacia el interior de la sala de exposiciones en la que no quedaba un alma, todos estaban fuera. Atravesó a toda velocidad el pasillo de las fotos en blanco y negro, giró al final hacia su izquierda, en la otra estancia y comprendió su desgracia. Jess le había dejado sin nada. No sólo había acabado con la vida de Maca, sino también con cualquier tipo de esencia suya que llorar.

Vacío en blanco teñido de azul por las sirenas de policía.

FIN

Por Ormuz

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