Déjame que grite
y libere la rabia
y maldiga mi ineptitud
aunque sea en silencio,
donde nadie me escuche.
Déjame que llore
y me regodee en la pena
y me ahoge en los llantos
y odie al tiempo indómito
por tratar de curarme esta herida.
Déjame que sufra
y me duela el recuerdo
y me recuerde el duelo
y aún piadosos me arropen
y me entre sueño.
Déjame que escriba sin sentido,
y mi retina se empañe
y emborrone la tinta
sobre papel mojado.
Déjame que me mienta
y a su figura en mis brazos
y su olor a mi lado
y a su mirada en la mía
sólo un instante más
sólo uno...
...o quizá dos.
Ormuz.
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